Con el progresivo aumento de las horas de sol y la llegada del calor primaveral, comienza la época en la que el jardín se muestra en todo su esplendor. Los colores que traen consigo las flores hacen de nuestro rincón verde un espacio único para el deleite de los sentidos. Entre las especies más exuberantes, destacan los bulbos, grandes protagonistas de la temporada. Para disfrutar de ellos en la primavera, deberás haberlos plantado antes, durante el otoño.
¿Qué son los bulbos?
Son brotes subterráneos (raíces más carnosas de lo habitual) que concentran en capas lo que será una futura planta. Además, aquí también se almacenan sus reservas nutritivas. No se pueden equiparar los bulbos a los tubérculos, aunque a menudo se utilicen como sinónimos: una cebolla sería un bulbo, porque en sus capas se ven los futuros tallos y hojas de la especie; una patata sería un tubérculo, ya que en este caso no existe una planta completa, se trata de un tallo engordado por la acumulación de nutrientes.
Los bulbos pertenecen al grupo de las bulbosas, una categoría en la que también se encuentran las plantas que se desarrollan a través de rizomas. Éstos son tallos que crecen horizontalmente, a partir de los cuales surgen tanto las raíces como los tallos herbáceos que darán lugar a las flores. Por ejemplo, los lirios, las cañas indias y las calas nacen a partir de rizomas. Por su parte, a partir de bulbos surgen flores tan populares como el tulipán, el narciso, la clivia, el nardo, el jacinto, la azucena y el iris.
Cuándo plantarlos
Una vez pasado el frío invernal, comienzan a desarrollarse las plantas que se esconden dentro de los bulbos. Podemos cultivarlos desde septiembre hasta diciembre, aunque, obviamente, los que se plantan pronto tienen flores antes. Algunas variedades, sobre todo las de de floración temprana, prefieren un suelo ligeramente cálido cuando se cultivan, ya que su sistema radicular se desarrolla con mayor rapidez.
Un buen método de asegurarnos más colorido en primavera es cultivar el mismo tipo de bulbos con un par de semanas de diferencia: así alargamos la floración en el jardín de un modo natural.
Crocus, galanthus (campanilla de invierno) y eranthis (acónito invernal) son los primeros en florecer, por eso también les favorece una plantación temprana, de manera que tengan ocasión de desarrollar un buen sistema radicular. Este proceso se acelerará en los arriates que mantengan todavía el calor veraniego en su suelo (la temperatura óptima es entre 5º y 10º C). Las bulbosas de floración tardía se pueden cultivar en octubre y noviembre.
Ya a mediados de la primavera aparecen tulipanes, narcisos, anemone y jacintos; a finales, surgen los allium y los lirios del bosque. En verano, podemos disfrutar de especies espectaculares como gladiolos, iris, lirios y montebretias.
Algunos consejos
Intenta adquirir los bulbos cuanto antes, así tendrás la posibilidad de escoger los que estén en mejores condiciones. Si tienes dudas, pregunta al dependiente; aunque el embalaje suele informar detalladamente del proceso de plantación.
Al llegar a casa, desenvuelve los bulbos y almacénalos en un lugar oscuro, seco y ventilado. La temperatura no superará los 20 ºC. Las variedades sensibles a la desecación son las siguientes: allium ursinum (ajo floreciente), anemone, eranthis, erythronium (violeta de diente de perro), galanthus (campanilla de invierno) y leucojum vernum (campanilla primaveral). Hasta el momento de su cultivo, es mejor guardar estos ejemplares en una maceta con arena o polvo de turba.
El resto de bulbosas no es tan sensible a la sequedad, entre otras razones por el trabajo de adaptación que han conseguido durante largos años. En ellas, los hongos y semejantes apenas tienen oportunidad de desarrollarse, por lo que, en este caso, el sistema de almacenamiento será el habitual.
Si hemos seguido estos consejos adecuadamente, a partir de marzo comenzaremos a vislumbrar las primeras de muchas flores que inundarán nuestro jardín con sus brillantes colores y espectaculares formas.